jueves, 23 de abril de 2009

LENIN

"¡Que graznen los filisteos "socialistas", que se irrite y enfurezca la burguesía! Unicamente los que cierran los ojos para no ver y se tapan los oídos para no oir, pueden dejar de observar que, en todo el mundo, para la vieja sociedad capitalista, preñada de socialismo, han empezado los dolores del parto. A nuestro país, destacado temporalmente por el curso de los acontecimientos a la vanguardia de la revolución socialista, le han correspondido los sufrimientos, particularmente agudos, del primer período del alumbramiento que ha empezado ya. Tenemos todos los motivos para mirar con plena firmeza y absoluta seguridad el porvenir, que nos prepara nuevos aliados y nuevos triunfos de la revolución socialista en una serie de países más avanzados. Tenemos derecho a enorgullecernos y considerarnos felices por el hecho de que nos haya tocado en suerte ser los primeros en derribar, en un rincón de la Tierra, a la fiera salvaje, al capitalismo, que anegó al mundo en sangre y llevó a la humanidad hasta el hambre y el embrutecimiento y que, ineludiblemcnte, sucumbirá pronto, por monstruosamente feroces que sean las manifestaciones de su furia en la agonía".

Engels

"Pero cuando hayan desatado las fuerzas que más tarde no seréis ya capaces de dominar, cualquiera que sea el curso de los acontecimientos, al final de la tragedia os convertiréis en ruinas y el triunfo del proletariado, o habrá sido conquistado ya, o será, a pesar de todo, inevitable. "

viernes, 10 de abril de 2009

Odio a los indiferentes+Antonio Gramsci


 
Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien
verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia
y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente
en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no
se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la
materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate
sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad,
permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el
acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar.
La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que
todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que
sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos
lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos
se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que
ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos
inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la
vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no
han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no
derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de
la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la
cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por
acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en
ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy
partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.